Existen tres grandes tipos de gas renovable (el biogás, el hidrógeno y el gas de síntesis), y se les considera renovables porque proceden o son producidos a partir de fuentes o materias primas renovables, como residuos orgánicos o energía eléctrica renovable sobrante. En el caso del biogás, se reciclan residuos urbanos, depuran aguas residuales de alcantarillados y se tratan residuos agrícolas, ganaderos y de la industria agroalimentaria. De esta manera, se logra reducir el impacto medioambiental que producirían estos residuos en caso de no tratarse; por cada bcm de biometano recuperado de la biodegradación de la materia orgánica e inyectado en la red se evitaría la emisión a la atmósfera de unas 20 Mt de CO2eq que equivaldrían al 33% del objetivo de reducción de CO2 de los sectores difusos.
El gas renovable, una vez producido, se inyecta directamente en las redes de gas ya existentes, por lo que el consumidor puede utilizarlo igual que el gas natural, dado que tiene sus mismas características. Sirve para usos cotidianos en el sector residencial como la climatización -tanto calefacción como aire frío- calentar el agua o cocinar, sin requerir ningún cambio de tecnología.
También se utiliza en el transporte, aportando un combustible cero emisiones tanto para turismos, como para vehículos comerciales, autobuses o camiones de recogida de residuos y de largo recorrido. Todo ello manteniendo los beneficios del gas natural en cuanto a la consiguiente mejora en la calidad del aire por sus menores emisiones de NO2 y partículas, en un contexto en el que se han demostrado los graves impactos en la salud de la población que provocan estos elementos.
Esta alternativa también juega un papel relevante tanto en la industria como en la cogeneración, un suministro seguro que permite una mayor participación de energías renovables en el sistema a la vez que se garantiza la estabilidad de la red.
La cogeneración conectada a las instalaciones de calefacción urbana se vería beneficiada de una mayor eficiencia en cuanto a aprovechamiento de energía y reducción de las emisiones, lo que ayudaría a una descarbonización ordenada.
Por otro lado, su implantación refuerza la economía circular -estrategia para aprovechar más eficazmente los recursos-, que presenta ventajas económicas, medioambientales y sociales gracias a la creación de riqueza (una aportación estimada al PIB que asciende a 472€ M€/año en 2030) y empleo (entre 15.000-25.000 empleos) en las zonas rurales. Existe un gran potencial en las sinergias entre el gas renovable y el desarrollo rural que ayudaría a la creación de empleo y población en entornos agrícolas y ganaderos.
Aunque las posibilidades son prometedoras, es crucial implantar una fiscalidad que reconozca la reducción de emisiones posibles gracias al gas de origen renovable y un sistema de apoyo equiparable a los países punteros de nuestro entorno, como Alemania o Francia. Para ello, es necesario desarrollar un sistema de certificados verdes, que permitan garantizar que el gas se ha inyectado en la red en una fecha y con unas características concretas.
El sector está decidido a participar de las acciones para frenar el cambio climático de la mano del gas -tanto convencional como renovable-, siendo una alternativa limpia, económica y sostenible para todos los segmentos donde tiene presencia, incluidas las instalaciones.