Estudios contrastados (Is CO2 an Indoor Pollutant?) indican que concentraciones alrededor de las 1000 ppm dificultan la concentración y el razonamiento, incidiendo directamente sobre el rendimiento de las personas. En todo caso, se debe tener en cuenta que, en el aire exterior, en zonas de polución normal, ya se tienen alrededor de las 400 ppm.
Estos días en que tanto se habla de la importancia de la ventilación en los espacios ocupados, es sorprendente ver como aún hay quien no sabe, o no recuerda, que ya con la norma UNE 100011-91, en donde en su objeto ya se decía:
OBJETO Y CAMPO DE APLICACÍON
Esta norma tiene por objeto establecer criterios de ventilacón para mantener una calidad aceptable del aire en los locales provistos de instalaciones de ventilación y climatixación, destinadas al bienestar de las personas.
Y, que con la aparición del RITE del 1998, se pasaba a su obligatoriedad, tal y como queda reflejado en su ITE 02.2.2 – Calidad del aire interior y ventilación.
Es cierto que también indicaba que “en caso de no adoptarse la ventilación mecánica en sistemas de calefacción, y a efectos del cálculo de la demanda térmica en proyecto, el número de renovaciones horarias a considerar no será inferior a uno”. De ahí que, en escuelas (anteriores a la aparición de este RITE), donde únicamente se implementaba calefacción, no se disponga, a día de hoy, del tan importante sistema de ventilación.
Ahora bien, la gran mayoría de instalaciones actuales no únicamente están diseñadas para cubrir la demanda de calefacción, sino que también cubren las de refrigeración y, por lo tanto, no existe excusa para prescindir del sistema de ventilación.
A menudo, el principal motivo por omitir la implantación de un sistema de ventilación en nuestras instalaciones es meramente el económico, pensando en los costes de montaje y explotación, sin llegar a pensar en la pérdida económica asociada por la baja productividad de los empleados y las bajas por enfermedad, consecuencia de la mala calidad del aire interior.
Y si bien es cierto que, al haber de implementar un sistema adicional a la instalación para lograr tener una adecuada ventilación, no es cierto que los costes de explotación sean elevados. Aquí el RITE también nos da la solución. En su “IT 1.2.4.5.2. Recuperación de calor del aire de extracción” ya nos indica que, a partir de caudales de aire de ventilación superiores a los1800 m3/h (p.e. una oficina con 45 empleados), es obligado la instalación de un recuperador de aire, cuyas eficiencias están por encima del 70% (ErP2018). ¿Qué significa esta eficiencia? Sencillo…. El coste por haber de adecuar el aire de ventilación a las condiciones térmicas del espacio a ventilar sólo será del 30% del coste que se tendría si no hubiera el recuperador de calor.
Y estos costes aún se pueden reducir más con un buen control del caudal de ventilación que se introduce. ¿Y cómo se puede conseguir? Consultando el RITE obtenemos la solución. En su “IT
1.1.4.2.3. Caudal mínimo del aire exterior de ventilación”, en el apartado C “Método directo por concentración de CO2, Tabla 1.4.2.3”.
El caudal de aire de ventilación que se debe introducir en una sala es directamente proporcional a la ocupación que exista, y como si indicó anteriormente, la concentración de CO2 también es proporcional a esta ocupación, por lo que, si la instalación es capaz de ir midiendo los niveles de CO2 que hay en el espacio a ventilar, se puede adaptar el volumen de aire introducido a estos niveles, con lo que, en muchas ocasiones, los ratios de ventilación pueden ser mucho más pequeños del que se tendría a plena ocupación, conllevando un ahorro energético y, por lo tanto, económico importante.
Otro aspecto a tener en cuenta es de la filtración del aire. Antes de introducir el aire exterior a la sala deberá filtrarse para eliminar todas aquellas partículas en suspensión que puedan contaminar la sala y/o puedan afectar al equipo de ventilación. Para ello se dispone de diferentes tipos de filtros y se realiza en diferentes etapas. En una primera etapa se colocan los filtros que son más permeables, con el único fin de proteger al equipo. Una vez tratado el aire y antes de ser impulsado a la sala, se coloca una nueva etapa de filtros, éstos ya impiden el paso de partículas mucho más pequeñas, con el fin de evitar problemas de salud a las personas.
¿Cómo determinamos el tipo de filtro que se debe instalar? Otra vez debemos remitirnos al RITE. En su “IT 1.1.4.2.4. Filtración del aire exterior mínimo de ventilación - tabla 1.4.2.5” encontramos toda la información necesaria para saber el tipo de filtro a incorporar en nuestro sistema.
Para locales especialmente sensibles a partículas contaminantes (laboratorios, salas limpias, …) se utilizarán filtros de mayor eficacia (EPA, HEPA o ULPA).
Ahora bien, no es recomendable usar filtros de mayor eficacia de la necesaria porqué éstos introducen una mayor pérdida de carga al sistema, provocando, en muchos casos, si los ventiladores no están dimensionados adecuadamente, que haya una disminución del caudal de aire que se mueve, acabando por perjudicar la calidad de aire interior. Pongamos un ejemplo: la combinación de un filtro G4+F8 (prefiltro y filtro), estándar utilizado en equipos de ventilación destinados a la renovación de aire para oficinas o aulas, introducen una pérdida de carga inicial (cuando están limpios) al sistema de unos 130-140 Pa. Si se sustituye el filtro F8 por un filtro de mayor calidad, por ejemplo H13, la pérdida de carga que éste introduciría sería de 250 Pa, siendo muy probable que el ventilador no los pudiera vencer, provocando una disminución significativa del caudal de aire. Y en caso de que el ventilador se pudiera adaptar a esta nueva pérdida de carga, habría un incremento considerable de su consumo.
Delante la imposibilidad de instalar filtros de mayor eficacia en los equipos, una medida adicional, pero no sustitutiva, sería la de incorporar purificadores de aire en el interior de los espacios. Estos equipos están debidamente dimensionados para poder mover una cierta cantidad de aire llevando incorporados filtros más eficaces.
Ahora bien, la incorporación únicamente de equipos de purificación de aire en los espacios no es una medida suficiente, sino que puede ser una medida complementaria al sistema de ventilación, ya que estos equipos no serán capaces de reponer el oxígeno consumido por la respiración humana ni expulsar el tan dañino CO2. También hay que tener en cuenta su dimensionado para el volumen de aire de la sala en las que se instalen.
Otras medidas adicionales que se pueden tomar para evitar la entrada de virus y bacterias al espacio a ventilar sería la incorporación de un sistema de lámparas UV-C justo a la salida del equipo de ventilación, al inicio del conducto de impulsión.
Es sabido que la radiación UV-C es nociva para la vida en la tierra, de ahí la importancia que tiene la capa de ozono, que impide su penetración. Pero si de forma localizada se aplica esta radiación a un flujo de aire, puede evitar la propagación de virus y bacterias hacia el interior. Véase la nota emitida por el Ministerio de Sanidad el 20 de noviembre: “Nota sobre el uso de productos que utilizan radiaciones UV-C para la desinfección del SARS-CoV-2”.
Estos equipos siempre deben colocarse en el interior de los conductos de aire y nunca deben realizar su exposición directa sobre las personas.
Nunca se debe ver como un coste la incorporación de un sistema de renovación de aire sino como la necesidad de disponer los espacios con la calidad de aire adecuada, de forma que se maximice el bienestar de las personas y se minimicen los riesgos de adquirir enfermedades.
Para obtener y mantener una buena calidad de aire interior y reducir el gasto energético que éste lleva asociado, es imprescindible el asesoramiento de expertos y un correcto mantenimiento de los equipos.