Es de lo que podríamos hacer análogo a nuestro cuerpo humano; Colesterol (nos referiremos siempre al colesterol malo), Infarto y Cáncer. Palabras que nos ayudan a familiarizarnos mejor de lo que estamos hablando y/o “sufriendo” en las instalaciones térmicas de los edificios, para comprender la magnitud, alcance e importancia de las mismas.
Por supuesto pueden haber muchos otros factores que influyen en el buen funcionamiento a medio y largo plazo de una instalación térmica de calefacción/climatización de circuito cerrado, pero suelen ser un factor común ineludible el “colesterol” que aparece aún en instalaciones demasiado jóvenes, los “infartos” prematuros donde a veces hasta se producen “en silencio” y nos provoca el daño irreparable en otros componentes cruciales de instalación, y/o el “cáncer”, lo que en una instalación térmica ya supone un adelanto de su fecha de caducidad, problemas que podrían ser evitables, excesivas intervenciones correctivas y una serie de daños colaterales que hacen que una instalación diseñada de lo más eficiente, rentable y acorde a un buen proyecto de Ingeniería, acabe siendo desde una experiencia cuanto menos molesta, hasta una auténtica “pesadilla” para propietarios, fabricantes, instaladores y mantenedores. Por supuesto que “la brecha” que a veces se da entre lo que se proyecta y lo que se ejecuta en la realidad, por las razones que sean en cada caso, es otro de los hándicaps que puede hacer que a veces se prescindan de ciertos elementos de seguridad o soluciones de prevención diseñadas con un fin concreto y con beneficio a largo plazo, lo que provoca la aparición prematura de estas “enfermedades” que pueden resultar fatales.
Entonces, atendiendo a la supuesta lógica común y cotidiana, si a cualquier ser humano nos dieran “el decálogo” perfecto para evitar con antelación que sufriéramos este tipo de enfermedades en nuestro cuerpo y pudiéramos prevenirnos de cualquier tipo de cáncer, ¿qué haríamos? Sería lógico pensar que, si queremos vivir con la mejor salud y el máximo tiempo posibles, aplicaríamos preventivamente todo aquel “remedio” que “a priori” nos garantizara la máxima calidad de vida, ¿Es así? Probablemente la mayoría de personas responderíamos que “sí”.
Entonces, ¿Por qué de base no se hace lo mismo en lo referente a las instalaciones térmicas? Desde nuestra experiencia, podríamos decir que “el coste” (la expresión más adecuada sería inversión) que conlleva aplicar el que podría ser el “decálogo” lógico y recomendado para una instalación con los máximos beneficios y vida útil posibles, es sustancialmente menor al precio a pagar cuando “la enfermedad” ya ha afectado a la instalación. ¿Cuánto menor? Pues eso depende de cada instalación, dado que no es lo mismo el coste de tener que sustituir una válvula, una bomba de circulación o un generador (o cuerpo/motor de generador).
Adentrándonos ya en términos técnicos, el colesterol, el infarto y el cáncer son las expresiones metafóricas que nos permiten comprender mejor las consecuencias que sufre la instalación cuando hablamos del aire/gases que se liberan del fluido durante las oscilaciones térmicas del sistema (y que permanecen en gran medida en el interior del circuito), las microburbujas de aire/oxígeno en los cambios de fase, los gases intrínsecos que están disueltos en el agua (o agua/anticongelante) ya sea del primer llenado del circuito o la que entra de renovación, etc. Generalmente son los principales precursores de alteraciones en la presión, cavitaciones en componentes circuladores y motorizados, erosiones, ruidos, precipitación de sales, óxidos y carbonatos calcáreos dentro de una tubería de circulación (y por consiguiente se da la circulación total o parcial de los mismos en todos los componentes y generadores, lo análogo a lo que sería sufrir una “leucemia” en el sistema). Lo que termina dando lugar a obstrucciones en pasos de tubería, rotura de bombas, válvulas y componentes de instalación, fugas de fluido, fisuras y reventones en cuerpos de caldera, generadores y elementos principales de producción, entre otros. ¿Ahora sí que nos resultan más familiares estas situaciones? Podríamos decir que sí, familiares, comunes y sufridas por la mayoría de los que estamos en el sector.
Bueno, una vez hemos tomado un poquito de conciencia sobre el tema ¿Y ahora qué hacemos? Bien, hablemos de ese “decálogo” resumido de recomendaciones que merece la pena conocer, para poder proyectar, instalar y explotar con la máxima vida útil y a largo plazo, cualquier instalación térmica de calefacción y climatización (e incluso refrigeración) de circuito cerrado. Soluciones que pueden ser aplicadas desde los propios fabricantes de equipos y componentes, promotores/propietarios, ingenierías, instaladores, mantenedores y cualquier actor involucrado en el ciclo de vida de la instalación y en cualquier momento o fase del proyecto o instalación, dado que son soluciones que pueden implementarse con instalaciones ya en funcionamiento, nuevas o antiguas.
Si recurrimos a la ciencia, nos vamos a basar en “La ley de Henry” que nos explica principalmente los factores que hemos ido mencionando previamente y enuncia que a una temperatura constante, la cantidad de gas disuelta en un líquido es directamente proporcional a la presión parcial que ejerce ese gas sobre el líquido. Mediante este principio que nos manifiesta la “separación” del agua y el gas en una instalación térmica en función de sus cambios de presión y temperatura, junto con las principales leyes de la termodinámica, podemos poner solución material (mecánica, pasiva o activa) a todos los factores que esta circunstancia provoca.
Los sistemas de mantenimiento de presión Variomat y Reflexomat, a diferencia de los vasos de expansión estáticos comúnmente conocidos, proporcionan con precisión ese control regular y ajuste dinámico permanente de las variaciones de presión del sistema (provocadas principalmente por los factores mencionados arriba), ya sea mediante control por bomba hidráulica o bien por compresor de aire, respectivamente.
Son sistemas que están formados también por un vaso de expansión pero a diferencia de los estáticos, éste está inteligentemente diseñado y monitorizado para ser gestionado con Reflex Control, y a su vez para poder ser controlado por el BMS general de la instalación o edificio (o bien por control remoto individual), para poder detectar, prever y actuar ante un posible “infarto”, con la suficiente antelación y poder evitar así más de un 80% de los problemas habituales que se pueden dar en una instalación. Si bien un sistema de mantenimiento de presión (dinámico) no tiene un valor intrínseco asociado de ahorro energético directo por sí mismo (así como lo tiene una caldera de condensación con respecto a una convencional), las roturas prematuras de membrana, caídas de presión del sistema, rellenados excesivos de agua, parada de equipos e interrupciones de servicio (lo que para cualquier usuario resulta molesto y hasta “fatal”, cuando la instalación no se puede permitir “el lujo” de interrumpir su producción), son a menudo parámetros no cuantificables en porcentaje de ahorro y eficiencia energética, que hacen más difícil valorar de inicio la importancia real y práctica de estas soluciones, pero que indudablemente sí tienen un rotundo valor añadido de seguridad, protección y prevención de problemas que por consiguiente, provocan numerosos costes y pérdidas económicas y energéticas que deberían estar imperiosamente contempladas en la normativa de diseño de instalaciones térmicas. Centros de servicios, hospitales, hoteles, edificios de viviendas centralizadas, industrias, centros comerciales, y cualquier tipología de uso que se nos ocurre (incluso viviendas unifamiliares, por supuesto), son susceptibles en mayor o menor medida y constantemente, a cualquier parada de servicio por estas causas.
En cuanto a su diseño y dimensionado, estos sistemas permiten la opción de reducir el volumen de expansión necesario en el sistema (depende de cada caso), lo que es extremadamente interesante en instalaciones donde prima el espacio, la optimización de recursos y la inversión más ajustada, sin reducir seguridad ni vida útil. Para ello podremos usar el configurador online de soluciones RSP – Reflex Solutions Pro; un excelente motor de cálculo de Reflex que es, accesible y abierto desde la web.
Permite diseñar todas las variantes de soluciones posibles y compararlas, para tomar la mejor decisión técnica y económica para cada proyecto. Nuestras patentes para el diseño, efectividad y fiabilidad de estos sistemas, son mundialmente reconocidas y la continua mejora y optimización de las soluciones permite siempre conocer la mejor alternativa para cada instalación.
¿Y cómo ponemos solución al “colesterol” (malo) y al “cáncer”? pues con un sistema que personalmente me fascina como ingeniero (con base en química industrial), el cual hasta ahora estábamos más acostumbrados en nuestro país a ver soluciones que podían “paliar” en cierta medida estos problemas, pero seguían destruyendo colateralmente el sistema, lo que podría ser análogo a una “quimioterapia” donde para intentar sanar el “cáncer”, se ven afectados los demás componentes del circuito (así como ocurre en el cuerpo humano). Hablamos de Servitec, la familia de productos que, aplicando la Ley de Henry, es capaz de solucionar activamente los precursores de la enfermedad en el sistema, además de hacerlo de forma totalmente paralela y sin interferencia ni interrupciones de la disposición de servicio de la instalación, lo que permite ser dimensionado e instalado en cualquier momento.
Esta familia de productos utiliza la tecnología de desgasificación por vacío, lo que es muy poco conocida/extendida en nuestro sector Nacional, y por suerte, bastante aplicada en Europa (por lo que tiene dilatada experiencia real en el sector); lleva más de 30 años en nuestra empresa, con su diseño patentado e innovador, aportando beneficios directos e indirectos en instalaciones grandes y pequeñas, de todo tipo. Además, sí podemos demostrar que esta tecnología tiene un impacto directo en el ahorro energético global del sistema (independientemente de la tecnología de los demás componentes que lo formen) de hasta un 10’6%* (*TÜV Certificate), lo que hace enormemente interesante y más fácil de justificar, esta inversión en prevención de “colesterol y cáncer” en las instalaciones (o cuanto menos, alargar al máximo su aparición). Funciona realizando un continuo flujo de by-pass hidráulico en la instalación, para llevar a presión de vacío esa cantidad de fluido en su tubo de desgasificación (agua o agua con hasta el 50% de anticongelante) y liberar así mediante la Ley de Henry, los gases disueltos, para devolver el fluido tratado y libre de gases disueltos, al sistema a su presión original. Es un concepto muy sencillo de entender; si eliminamos la principal causa real de problemas, únicamente “atacando” la causa de ese problema y manteniendo intacto el resto del sistema, estamos reduciendo notablemente el riesgo de “enfermedades”. Se trata de evitar que “la enfermedad” aparezca, no de tratar la enfermedad una vez el sistema ya la ha generado (y evitar así la posterior “quimioterapia” y sus efectos colaterales).
Así pues, ¿Qué nos impide ahora tomar la mejor decisión técnico-económica para proteger las instalaciones térmicas a largo plazo? Desde el punto de vista de nuestra empresa, únicamente es un tema de extender este conocimiento y hacerlo comprender en todos los niveles, además de que se apueste y confíe un poco más por prevenir y adelantarse a los problemas (en la medida de lo posible), antes que siempre estar en la posición de corregirlos. Son muchos años de experiencia en el resto de Europa, que demuestran que este “decálogo” de recomendaciones suelen ser cuantiosamente más rentables aplicarlas desde el inicio/concepción de la instalación, que no después con la aparición de problemas, no obstante, continuará siempre siendo más rentable su aplicación en cualquier circunstancia, más que ir haciendo acciones correctivas en una instalación permanentemente enferma.